domingo, 8 de septiembre de 2013

Las relaciones entre Psicoanálisis y Literatura

Ricardo Piglia
Rafael Ton  julio 05, 2013

7 de Enero de 1996

No he tomado la precaución de traer un texto escrito; trataré de hilvanar algunas ideas específicas sobre la relación entre psicoanálisis y literatura: esta relación es conflictiva, tensa. Por de pronto, los escritores han sentido siempre que el psicoanálisis hablaba de algo que ellos ya conocían y de lo cuál era mejor no hablar. Faulkner, Nabokov, observaron que el psicoanalista quiere intervenir en aquello que los escritores, desde Homero, han convocado, con esa rutina ceremoniosa con la que se convocan las musas, en relaciones muy frágiles y siempre tocadas por la gracia. En esa relación imposible de provocar deliberadamente, en esa situación de espera tan frágil los escritores sintieron que el psicoanálisis avanzaba como una topadora.
Pero hay otro punto sobre el cuál los escritores han dicho algo que, me parece, puede ser útil para los psicoanalistas. Nabokov y también Manuel Puig, nuestro gran novelista argentino, insistieron en algo que a menudo los psicoanalistas no perciben o no explicitan: el psicoanálisis es uno de los aspectos más atractivos de la cultura contemporánea, y lo es porque todos queremos tener una vida intensa; en nuestras vidas triviales nos gusta admitir que en algún lugar experimentamos grandes dramas, que hemos querido matar a nuestros padres y que, entonces, vivimos en un universo de gran intensidad donde hemos logrado superar el tedio, la monotonía en la que habitualmente estamos inmersos. El psicoanálisis nos convoca a todos como sujetos trágicos; nos dice que hay un lugar en el que todos somos sujetos extraordinarios, tenemos deseos extraordinarios, luchamos contra tensiones y dramas profundísimos y esto es muy atractivo. Así, Nabakov veía el psicoanálisis como un fenómeno de la cultura de masas, consideraba que este elemento de atracción, donde cada uno se conecta con las grandes tragedias, las grandes tradiciones esto puede referirse a un procedimiento clásico de la cultura de masas: convocar al sujeto a un lugar extraordinario que lo saque de su experiencia cotidiana.
Y Manuel Puig decía algo que siempre me pareció muy productivo, y que sin duda lo fue en la construcción de su propia obra. Decía Puig que el inconsciente tiene la estructura de un folletín. Él, que escribía sus ficciones muy interesado por las estructuras de las telenovelas y los grandes folletines de la cultura de masas, había podido captar esta dramaticidad implícita en la vida de todos, que el psicoanálisis pone como centro de la experiencia de construcción la subjetividad.
En lo que llevo dicho se va planteando una suerte de relación ambigua: por un lado el psicoanálisis avanza sobre una zona intima, de la cuál el artista considera que es mejor esperar y no pensar; pero, por otro lado, el psicoanálisis se presenta como una especie de competencia: genera una especie de bovarismo en el sentido de la experiencia de Madame Bovary que leía aquellas novelitas rosas y quería vivirlas.
Voy a agregar dos anotaciones: de que manera la literatura ha usado el psicoanálisis y de que manera el psicoanálisis ha usado la literatura. Para pensar lo primero, podemos olvidar experiencias un poco superficiales como la del surrealismo, que confundía esa espera de la gracia de la musa con un procedimiento mecánico de escritura automática: la musa es una dama suficientemente frágil como para necesitar un tratamiento más delicado que ese escribir sin pensar, dejándose llevar; es un poco ingenuo suponer que esa sería la manera de conectarse con el inconsciente en el trabajo.
Quién si constituyó la relación con el psicoanálisis como clave de su obra es quizás el mayor escritor del siglo XX: James Joyce. Él fue quién mejor utilizó el psicoanálisis, un modo de narrar; supo percibir en el psicoanálisis una posibilidad de construcción formal. Es seguro Joyce conocía bien Psicopatologías de la vida cotidiana y La interpretación de los sueños: su presencia es muy visible en la escritura del “Ulises” y el “Finnegans Wake” no en los temas: no se trataba para Joyce de refinar la caracterización psicológica de los personajes, como se suele creer trivialmente que sería el modo en que el psicoanálisis ayudaría a los novelistas, ofreciéndoles mejores instrumentos para la caracterización psicológica. No: Joyce percibió que había ahí modos de narrar; que, en la construcción de una narración, el sistema de relaciones no debe obedecer a una lógica lineal, y aquí se ubica el monólogo interior. Así Joyce utilizó el psicoanálisis de una manera notable y produjo en la literatura, en el modo de narrar, una revolución de la que es imposible volver.
Y me parece que el “Finnegans Wake”, que por supuesto que es una de las experiencias literarias límites de este siglo, se construye en gran medida sobre la estructuración formal que se puede inferir de una lectura creativa de la obra de Freud: una lectura que no se preocupa por la temática sino por el modo en que se desarrollan ciertos modos, ciertas formas, ciertas construcciones.
Cuando le preguntaban por su relación con Freud, Joyce contestaba así: “Joyce en alemán es Freud”. “Joyce” y “Freud” quieren decir “alegría”; en este sentido los dos quieren decir lo mismo, y la respuesta de Joyce era, me parece, una prueba de la conciencia que él tenía de su relación ambivalente pero de respeto e interés respecto a Freud. Me parece que lo que Joyce decía era: yo estoy haciendo lo mismo que Freud en el sentido más libre, más autónomo, más productivo.
Joyce mantuvo otra relación con el psicoanálisis, o por de pronto, con un psicoanalista, donde, en una anécdota se sintetiza algo de esta tensión entre psicoanálisis y literatura. Joyce estaba muy atento a la voz de las mujeres, él salía poco, estaba mucho tiempo escribiendo, y escuchaba las mujeres que tenía cerca: escuchaba a Nora, que era su mujer, una mujer extraordinaria; escuchándola, escribió mucha de las mejores páginas del Ulises, y los monólogos de Molly Bloom tienen mucho que ver con las cartas que él le había escrito a Nora en cierto momento de su vida. Digamos que Joyce estaba muy atento a la voz femenina.
Mientras estaba escribiendo el “Finnegans Wake” era su hija, Lucia Joyce, a quién él escuchaba con mucho interés. Lucía terminó psicótica murió internada en una clínica suiza en 1962. Joyce nunca quiso admitir que su hija estaba enferma y trataba de impulsarla a realizar actividades diversas. Una de las cosas que hacía Lucía era escribir. Joyce la impulsaba a escribir textos y Lucía escribía, pero ella estaba cada vez más en situaciones difíciles, hasta que por fin le recomendaron que fuera a verlo a Jung. Ellos estaban viviendo en Suiza y Jung había escrito un texto sobre el Ulises. Joyce fue a verlo para plantearle el problema de su hija, y le dijo a Jung: “acá le traigo los textos que ella escribe, y lo que ella escribe es lo mismo que escribo yo” porqué él estaba escribiendo el “Finnegans Wake”, que es un texto totalmente psicótico si uno lo mira desde esa perspectiva: es totalmente fragmentado, onirizado, cruzado por la imposibilidad de construir con el lenguaje otra cosa que no sea la dispersión. Entonces Joyce le dijo a Jung que su hija escribía lo mismo que él, y Jung le contestó: “pero allí donde usted nada, ella se ahoga”. Es la mejor definición que conozco de la distinción entre un artista y…otra cosa, que yo no voy a llamar de otra manera que así.
En efecto, el psicoanálisis y la literatura tienen mucho que ver con la natación, un arte de mantener a flote en el mar del lenguaje a gente que esta siempre tratando de hundirse. Y un artista es aquel que nunca sabe si va a poder nadar: ha podido nadar antes, pero no sabe si va a poder nadar la próxima vez que entre en el mar.
En todo caso, la literatura le debe al psicoanálisis la obra de Joyce. El fue capaz de leer el psicoanálisis, como fue capaz de leer otras cosas. Joyce fue un gran escritor porque supo entender que había maneras de hacer literatura fuera de la tradición literaria; que era posible encontrar maneras de narrar en los catecismos, por ejemplo; que en la narración, las técnicas narrativas no están atadas solo a las grandes tradiciones narrativas sino que se pueden encontrar modos de narrar en otras experiencias contemporáneas; el psicoanálisis fue una de ellas.
La otra cuestión es que le debe el psicoanálisis a la literatura: le debe mucho. Podemos hablar de la relación que Freud estableció con la tragedia, pero no me refiero a los contenidos de ciertas tragedias de Sófocles de Shakespeare, de las cuáles surgieron metáforas temáticas sobre las que Freud construyo un universo de análisis. Me refiero a la tragedia como forma que establece una tensión entre el héroe y la palabra de los muertos.
En literatura, se tiende a ver la tragedia como un genero que estableció la tensión entre el héroe y la palabra de los Dioses, del oráculo, de los muertos, una palabra que venia del otro lado, que le estaba dirigida y el sujeto no entendía. El héroe escucha un discurso personalizado pero enigmático, es claro para los demás pero el no lo comprende, si bien en su vida obedece a ese discurso no comprende. Esto es Edipo, Hamlet, Macbeth, este es el punto sobre el que gira la tragedia en la discusión literaria sobre género que empieza con Nietzche y llega hasta Brecht. La tragedia, como forma, es esa tensión entre una palabra superior y un héroe que tiene como esa palabra una relación personal.
Esa estructuración tiene mucho que ver con el psicoanálisis, y no he visto que ello haya sido marcado mas allá de la insistencia sobre lo temático: por supuesto, en Edipo hay un problema con unos padres y unas madres, en Hamlet  hay un problema con una madre, en fin. Pero en Hamlet también hay un padre que hable después de muerto.
Otra forma sobre la cuál pensar la relación entre el psicoanálisis y la literatura es el género policial. Es el gran género moderno; inventado por Poe  en 1843, inundo el mundo contemporáneo. hoy miramos al mundo sobre la base de ese género, hoy vemos la realidad bajo la formad del crimen; como decía Bertolt Bretch , que es robar un banco comparado con fundarlo la relación entre la ley y la verdad es constitutiva del género, que es un género muy popular, como lo era la tragedia. Como los grandes géneros literarios, el policial ha sido capaz de discutir lo mismo de la sociedad de otra manera. Eso es lo que hace la literatura: discute de otra manera. Si uno no entiende que discute de otra manera le pide a la literatura que haga cosas que mejor las hará el periodismo. La literatura discute los mismos problemas que discute la sociedad, pero de otra manera, y esa otra manera es la clave de todo. Una de estas maneras es el género policial que viene discutiendo las cuestiones entre ley y verdad la no coincidencia entre la verdad y la ley.
Poe inventa un sujeto extraordinario, el detective, destinado a establecer la relación entre la ley y la verdad. El detective está hay para interpretar algo que ha sucedido, de lo que han quedado ciertos signos, y puede realizar esa función por que está fuera de cualquier institución. El detective no pertenece al mundo del delito ni al mundo de la ley; no es un policía. Dupín, sherlock holmes el detective privado está ahí para hacer ver que la ley en lugar institucional, la policía, funciona mal. El detective viene a poner el lugar de la verdad fuera de la institución. El es un sujeto de la verdad que no pertenece a ninguna institución donde la verdad sea legitimada.  Se plantea aquí una paradoja en la cual también estamos incluidos los Argentinos hoy: como hablar de una sociedad que a su vez nos determina, desde que lugar externo juzgarla si nosotros también estamos dentro de ella. El género  policial da una respuesta, que es extrema: el detective, aunque forme parte del universo que analiza, puede interpretarlo por qué no tiene relación con ninguna institución…, ni siquiera con el matrimonio. El detective no puede incluirse en ninguna institución social, ni siquiera la mas microscópica, por que ahí donde quede incluido no podrá decir lo que tiene que decir, que es esa tensión entre la ley y la verdad.
En la tragedia un sujeto recibe un mensaje que le está dirigido, lo interpreta mal, y la tragedia es el recorrido de esa interpretación; la tragedia es el modo en que el sujeto entiende mal. En el policial, el que interpreta a podido desligarse y habla de una historia que no es la de el, se ocupa de una cuestión que no es la de él: “me parece que los psicoanalistas tienen algún parentesco con esto.”

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