Freud desde sus primeros textos se confronta a la pregunta por la dimensión real o fantasmática de “las escenas sexuales infantiles”, ese camino no solo lo lleva a descubrir la fragilidad de la brecha que separa lo normal de lo patológico, sino que le permite descubrir que es en ese límite entre lo inevitable, lo insoportable, lo inasimilable, lo que hace hueco que el sujeto se revela como enigma. El analista opera como trauma pero con la perspectiva de permitir la experiencia de llevar ese enigma que el sujeto es para sí mismo por el camino de la trasferencia hasta el punto de una nueva respuesta, la que acoge el síntoma.
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